En este mundo literario en el que vivimos, el oficio de escribir ha sido definido de muchos modos. Abunda el pesimismo entre escritores, que se quejan de que no se valora su trabajo, que la editoriales pasan de los buenos escritores, que el mundillo es cruel. No soy yo de los que me quejo, y esta ocasión no va a ser diferente, pero es cierto que, a veces, uno pierde la moral y amenaza con mandarlo todo al garete (expresión que he leído infinidad de veces y queda un poco cursi, creo).
Cuando terminas una obra, después de haber pasado por los lectores de confianza, empiezas a moverla para intentar publicarla. Antaño lo hacía así, con la esperanza de encontrar una editorial que avalara mi trabajo y apostara por mí. Ahora no siempre me parece lo más adecuado, sobre todo, dependiendo de las características de la obra. Lo cierto es que con este proceso se curte al escritor para futuros fracasos: rechazos, decepciones, valoraciones condescendientes, excusas de guión y, a veces, incluso recomendaciones de no mover más la obra porque no vale la pena. En esos momentos, tras un caída dolorosa, es cuando saco mi resistencia y mi autoestima para levantarme y seguir adelante. Generalmente, vives esos momentos en soledad, y más adelante pueden pasar dos cosas: la obra rechazada vive sin pena ni gloria en los almacenes de la autoedición o, independientemente del número de ventas, esa obra se alza sobre sus cenizas y vive en la mente de unos pocos.
Y esto, afortunadamente, es lo que ha pasado con Talia, la Brujita y el Espejo. Puede que nunca sea un superventas, pero, después de ver a una treintena de padres y niños disfrutando con las ilustraciones que David Agundo les dedicaba en sus libros, después de ver como reinaba un silencio absoluto durante la lectura del primera capítulo, como en clase, mis alumnos venían para decirme lo que les había gustado el cuento, después de escuchar las valoraciones de algunos compañeros maestros… Después de eso; estoy feliz.
Os dejo lo que me escribía una compañera de carrera de magisterio de Jaén tras leer el cuento para ilustrar mi idea:
«Me he leído el libro este finde. ¡Me ha encantado! Me he reído mucho también. Es muy divertido, ameno y didáctico. Quiero otro para regalarlo en Reyes».
Gracias, Nieves. No sabes cuánto me han llenado tus palabras.
En fin, solo quería contarlo. Un saludo a todos.