Mientras mis alumnos trabajan sobre un muñeco barra muñeca de papel, para decorar los pasillos el próximo 30 de enero, día de la Paz, mi mente divaga y se hace preguntas. Será que voy a cumplir 38 años (sí, los mayores que yo dirán que no son ná, y los que son más jóvenes no se imaginarán lo que es llegar a los 40). El caso, es que viendo mi vida no me puedo quejar: tengo un trabajo que me gusta (no pretendo dar envidia), tengo una familia espectacular y, de momento, la salud me respeta. Estoy, como siempre y quizá por mi situación, buscando nuevas metas: traducir, corregir, escribir… incluso pintar miniaturas de Warhammer. Y es que mi mente no descansa.
Sueño que con el tiempo, tal vez me dedique tan sólo a escribir, o tal vez monte una editorial a mi gusto. Me daría igual perder dinero, si tuviera ese dinero para perderlo. Pero desde hace años, albergo el deseo de publicar a mucha gente, muchas historias que me encantan y que no han tenido suerte o difusión. Como veis: divago.
También sueño que, con el tiempo, podría montar un cole. Una escuela donde no habría deberes ni exámenes, pero donde todos los niños y niñas aprenderían a seguir sus sueños.
Como también sueño que, con el tiempo, conseguiría un máster en traducción -por ejemplo-, y me pasaría a darles clase a los adolescentes de secundaria: esos grandes olvidados.
Pero dicen que los sueños, sueños son… ¿o no?
Un saludo y un abrazo. 😀